Héctor Manuel Popoca Boone.
En el fragor de la pasada contienda
electoral, un grupo de pensadores guerrerenses (Carlos Reyes Romero, Marcos
Matías Alonso, Carlos Toledo Manzur, et al.) acordaron crear un espacio ciudadano que fuera
un crisol de ideas, reflexiones y propuestas de la ciudadanía, que pudieran
incidir en el quehacer gubernamental estatal y a la vez en el comportamiento de
la sociedad civil, frente a los graves problemas que nos aquejan en estas
tierras del sur.
El documento titulado “Espacio Ciudadano
por la justicia y la reconciliación social para la paz y la democracia y el
desarrollo del Estado de Guerrero” señala algunos cauces por los que es posible
transitar pueblo y gobierno. Las ideas ahí vertidas pueden ser punto de partida
para que florezcan otras, más y mejores.
No causa sorpresa la caracterización que
hacen de Guerrero: Desigualdad social, pobreza extrema, rezago educativo,
deficiente atención a la salud, carencia de empleo, empobrecimiento del campo,
deterioro del medio ambiente, la justicia al mejor postor, la inseguridad
pública y el imperio de la delincuencia, cuya resultante es la descomposición
creciente y la degradación amplia de la sociedad.
Aseveran los autores también la caducidad del
estilo caciquil faccioso, como forma de gobernar; la profunda y extendida
corrupción, como forma de convivencia; la lejanía de los partidos políticos,
con las demandas y luchas sociales, “aunado a prácticas clientelistas que han
tirado absolutamente por la borda la ética política que todo partido o actor
político debe tener.”
Hacen énfasis que solamente es posible
superar tales males por medio de la activa movilización ciudadana, como parte
relevante y protagónica de la solución. Reconocer que históricamente las
instituciones gubernamentales han sido rebasadas por vicios de suyo arraigados
y acrecentados; con la consecuente semi-pérdida de control de la gobernabilidad.
De lo que se trata es de “refundar el tejido social desecho por la
irresponsabilidad de la burocracia gobernante y por una clase política omisa o
cómplice que ha terminado por corromper la vida pública.”
Mención resaltada es la afirmación que la
delincuencia organizada ha pasado a controlar territorios íntegros de varias
regiones, en la peor de las situaciones posibles. Es decir, con la infiltración
y complicidad, en diverso grado, en los sistemas de seguridad pública del
Estado Mexicano. Fenómeno que ha trastocado en mucho el devenir normal, sano y
civilizado del pueblo.
Convengamos que necesitamos con urgencia
un nuevo tipo de sistema de seguridad pública que no siga los moldes regidos
por la unilateralidad y el carácter autoritario de las instituciones policiacas
corroídas. En este contexto, no se puede ignorar ni hacer a un lado -al menos por
un tiempo razonable- a las diferentes expresiones que han surgido de grupos de
ciudadanos erigidos en autodefensas y policías comunitarias.
El Estado mexicano debe tener la
suficiente humildad de coordinar y enlazar la institucionalidad con el esfuerzo
civil que ha surgido de manera supletoria; lejos de reprimirlo o subordinarlo
es necesario valorar su aporte y naturaleza, así como establecer los
mecanizamos de coordinación, auto-regulación y armonización de acciones
conjuntas en territorios delimitados. La ruta indicada es la que ha iniciado el
Gobernador Rogelio Ortega con el FUSTEG, por ejemplo.
Del análisis hecho y de su constatación
empírica, resalta que la principal prioridad a atender es el rescate de la
seguridad pública, la restitución de la justicia imparcial, pronta y expedita,
junto con el predominio de la ley pareja para todos. Ese es el primer paso para
construir una sólida protección de vidas y patrimonios familiares, requisito
indispensable para cumplir con las otras obligaciones sociales que acusan
fuerte deterioro: salud, educación, empleo, marginación, desigualdad, etc.
PD. Fue retenido mi salario mensual bajo
la creencia que soy uno de los asesores del gobernador que hago doblete con un
sueldo de la Uagro. ¡Uf!
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