Héctor Manuel Popoca Boone.
Tanto
en el nivel nacional como en el estatal, el reciente proceso electoral mostró con
crudeza lo frágil y eventual que pueden ser las coaliciones político-electorales,
bajo la partidocracia imperante.
Algunas
de las alianzas que participaron en la liza, nacieron con una contradicción
insalvable: el afán de tener o retener el poder por el poder mismo; al margen
de ideales y convicciones que fortalecieran las causas propias de los partidos,
militantes y líderes para una mayor cohesión y fortaleza político electoral. Solo
exhibieron un eclecticismo infértil, en la frustrada conquista del poder para
beneficio de unos cuantos. Súmele las rémoras de los partidos satélites
incondicionales que ya trae la constelación de la partidocracia.
La conquista
del poder aparejada con el propósito de mantener lo de siempre sin cambio
alguno; únicamente puede lograrse a través del pragmatismo puro. Con demagogia
afirmaban ciertos coalicionistas: “Nos hemos despojado de nuestras propias
ideologías, para adoptar la ideología de los ciudadanos”. Esas palabras querían
decir mucho y a la vez no dijeron nada, o más bien dicho, exhibían que nunca
esos partidos tuvieron en mente velar por los intereses de los ciudadanos.
Expresaban
su intención de aliarse, al tenor de una quimera ciudadana que no tenía mayor praxis
social. Voluntariamente fingían ignorar que estamos inmersos en una sociedad plural,
profundamente desigual y con bajos niveles de educación. Además de que la
mayoría de los partidos políticos coaligados ya mostraban de tiempo atrás gran
distanciamiento con el sentir popular. Las coaliciones también exhibieron que
la comunicación política unitaria al interior fue de dientes para fuera; por la
incompatibilidad ideológica que los marcaba. Quedaron desdibujados.
Pero
también en este aglutinamiento con mezcolanza ideológica disímbola, perdieron la
identidad y la diferencia política, que les daba sentido de ser. Desorientaron
a sus militantes, arrojándolos a una vaciedad desmotivacional; perseguían tan
solo seguir medrando en la política para buscar canonjías, puestos gubernamentales
y de representación popular.
Buena
parte de los partidos coaligados, ante la imposibilidad de generar mayor fuerza
electoral, hicieron suma dispareja, numérica e ideológica, que los llevó a la
derrota por su auto anulación. Sumaron debilidades y no oportunidades. Los
mensajes políticos de campaña fueron disímbolos, con un lenguaje similar a aquel
que no expresa nada. Exhibieron con desnudez sus talantes facciosos. Ejemplo
patético fue la irreal idea de llevar a la cárcel al presidente Enrique Peña
Nieto.
Las
coaliciones con ideologías contrapuestas son también de naturaleza efímera, por
coyunturales. No pueden ser de mediano plazo, como lo supone luchar por ideales
comunes. Son circunstanciales y de escaza trascendencia. Ser pragmáticos
conlleva inmediatez y no perdurabilidad. No pueden sostenerse por no existir
homogeneidad en principios que los amalgamen con solidez y por contener
contradicciones antagónicas.
Por
eso no se dio el alineamiento y armonización de acciones; difíciles de sostenerse
y concretar porque cada cual en los hechos andaba por su lado. Al margen del
pueblo y caminando para sí mismos. La mayoría de las coaliciones estaban
prendidas de alfileres. Una coherencia unitaria solo existió en el aparentar
ser y no en el ser; cobrando claridad la alianza en la imaginación, más no en
la realidad.
La
irrupción masiva de los marginados y olvidados derrumbó el castillo de naipes y
la concepción feudal-patrimonialista-familiar con la que la partidocracia venía
construyendo su andamiaje. Sus dirigentes quedaron desnudos en su
aburguesamiento político y en su regodeo en el mundo de las concesiones y privilegios;
nepotes en las diversas estructuras de poder en donde participaban, siempre a
costa del erario.
PD. Convendría que el gobernador,
Héctor Astudillo, emitiera buenas señales de querer armonizar su política de
gobierno con la del presidente, López Obrador, liberando a los presos políticos
que su gobierno tiene de la CRAC y la UGOCP, entre otros.
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