Héctor Manuel Popoca Boone.
Los gobernadores son
la máxima autoridad sanitaria en los Estados de la República. Subsecretario federal de salud, Hugo Pérez-Gatell.
¿Qué es preferible en estos tiempos de pandemia desatada? ¿Cuál es la
alternativa menos peor? La apertura a actividades económica no
esenciales o el confinamiento. Que el pueblo muera de inanición o de enfermedad
letal. La primera es de mediano plazo y en forma selectiva; la segunda se da en
el corto plazo y de manera masiva. En el marco de la bioética humana (no
hacerle daño a nuestro prójimo) y de la terrible realidad que actualmente
padecemos, el drama de optar por alguna de ellas es atroz, porque son vidas
humanas las que están en juego. En cualquiera, se hace presente la muerte.
En esta disyuntiva fatal subyace el darwinismo social. Es decir, la selección
natural de los más fuertes para la preservación de la especie. Los poderosos
del poder y del dinero tienen la posibilidad de ser los agraciados puesto que tienen
los recursos materiales y financieros suficientes para que así sea. En
contraste, la mayoría de las víctimas serán los más desfavorecidos de la
tierra: los pobres, los sempiternos condenados por no tener acceso a los
alimentos básicos mínimos para subsistir, entre otras carencias vitales.
Ahora bien, estar confinados es estar imposibilitados de realizar
actividades económicas indispensables para nuestro sustento social e individual:
invertir, producir, comercializar o trabajar, con los servicios necesarios para
que eso suceda y poder mantener así nuestra supervivencia cotidiana económica o
no perder bienes materiales y/o financieros.
Cuando hay un continuo crecimiento de contagios y de fallecidos por
pandemia, el permitir la apertura de actividades no esenciales y relajar el confinamiento,
así como la aplicación laxa de las medidas sanitarias, deriva mortandad y
enfermedad masiva casi de inmediato, sin mayor distingo o discriminación. Máxime
si todavía no hay vacuna disponible.
Tremenda disyuntiva apreciar el dilema en esa forma reduccionista: morir
por hambre o por contagio. ¿Quién determina lo uno u lo otro, en última
instancia? O quién puede darle matices a esa posición extremista o maniquea.
Sin duda, la autoridad gubernamental, que debe imponer oportunamente restricciones
a los comportamientos humanos a pesar de coartar la libertad individual. Es en el
gobierno donde, al final de cuentas, reside la toma de decisiones en beneficio
o perjuicio social. Se supone que para lo primero están. Para eso fueron democráticamente
envestidos; proporcionándole el pueblo al gobernante, el poder legal, político
y económico para hacerlo. “Los gobiernos damos las directrices; y quienes
hacemos que esto sea posible, somos nosotros”. Dijo con contundencia, Juan
Antonio Ferrer, Director General del Insabi.
Cierto, es correcto y necesario apelar a la consciencia de la ciudadanía
para que ésta ponga su obligada parte, pero se nos olvida reconocer que se
encuentra limitada por padecer, desde antaño al presente, un sistema de
educación de bajo nivel académico. ¿Qué grado de convencimiento podemos lograr
en el corto plazo en esa condición ?
Escribí esto, ayer por la tarde, sin conocer la determinación del gobierno
federal y estatal acerca del color del semáforo epidémico que regirá los
próximos 15 días en Guerrero. A como veo las cosas y por los resultados
obtenido que no son buenos, necesario es volver al confinamiento parcial,
gradual, temporal y con alternancia, según la situación epidémica; focalizado a
las zonas que acusan el mayor índice de crecimiento de contagios y decesos. A
menos que quieran, los del gobierno, optar por el imperio del darwinismo social
a partir de un capitalismo salvaje y de una pandemia descontrolada en todo su
resplandor.
PD1. Cuantos más
contagios…/cuantas más muertes…/debe de haber/para que cada cual/ cumpla con su
deber
PD2. No se ha puesto en operación el Centro Comunitario para la protección de
la mujer indígena en Ayutla. Puede funcionar también, temporalmente, como
albergue hospitalario cuarentenario.
PD3. Sigue sin
reconvertirse como albergue cuarentenario, el ex hospital abandonado de
Acapulco, situado en la Av. Ruiz Cortínez.
PD4. Son
en estos tiempos aciagos donde el erario y la deuda pública deben de orientarse
más a los programas de protección social y no a aquellos corruptos programas de
obra pública no necesaria en el corto plazo.
PD5. Mi
reconocimiento a Roberto Álvarez Heredia, hombre probo, empeñoso, con
compromiso social y, sobre todo, de gran dignidad.
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