Héctor Manuel Popoca Boone.
El escritor alemán,
premio nobel, Thomas Mann, escribió la memorable novela, Muerte
en Venecia, a principios del siglo XX. Está ambientada en ese
destino turístico italiano, reconocido mundialmente; que es descrito como un
centro de recreación de frivolidades, de apariencias y egoísmos clasistas,
soterrados y barnizados por el sol, los canales gondoleros, la arquitectura
renacentista, el buen vino y la insondable inmensidad del mar de donde llegó,
en esa época, la epidemia del cólera, “misma que fue minimizada con una alegría
fugaz, permeada de un halo de incertidumbre y temor, semioculto.” El siguiente
es un extracto sintético de traducción:
“Durante la
cuarta semana en Venecia, Aschenbach*(…) notó que, a medida que avanzaba la temporada,
la concurrencia parecía más bien disminuir que aumentar en el hotel. Advirtió
especialmente que el turista iba escaseando, hasta el punto de que llegó un
momento en que en la mesa y en la playa, notoria era su ausencia. Un día en la
peluquería, atrapó una frase que le dejó preocupado. El peluquero habló de una
familia alemana que se había ido, tras corta permanencia, y añadió, en tono
ligero e insinuante: “Usted se quedará, caballero; usted no tiene miedo al mal”.
Aschenbach le miró replicando: “¿Qué quiere usted decir con eso?”. El peluquero
parlanchín enmudeció, fingiendo distracción pasó por alto la pregunta.
[…] Al día siguiente, por la tarde, hizo un nuevo
esfuerzo para investigar los acontecimientos. En la plaza de San Marcos entró a
una agencia de viajes, y después de cambiar algunas monedas, le dirigió al
empleado que le había atendido, la pregunta fatal. […] “No hay ningún motivo de
alarma, señor, respondió el empleado. Una medida sin importancia seria. […] pero
al levantar los ojos, se encontró con la mirada de Aschenbach, cansada y un
tanto triste, que con una ligera expresión de desprecio se posaba en él. El empleado
enrojeció: “Esta es, al menos, la explicación oficial, con la que aquí todos se
conforman. Sin embargo, creo que hay algo más detrás de esto”. Luego, contó lo
que realmente ocurría.
Hacía ya varios años que el cólera venía mostrando una
tendencia cada vez más acentuada a extenderse. Nacida en la India, (…) la peste
se había asentado de un modo permanente, causando estragos inauditos; había
corrido por el Oriente, hasta la China, y por Occidente hasta …Moscú. Y mientras Europa temblaba, temerosa de que
el espectro entrase desde allá por tierra, la peste, navegando en barcos
sirios, había aparecido casi al mismo tiempo en varios puertos del
Mediterráneo; (…). El norte de la península itálica había quedado inmune. Pero,
a mediados de mayo, habían descubierto en Venecia, en un mismo día, los
terribles síntomas del mal en los cadáveres ennegrecidos, descompuestos, de un
marinero y de una verdulera. Estos casos se mantuvieron en secreto. Pero poco
después se habían presentado diez, veinte, treinta casos más en diversos
barrios de la ciudad.
(…) Las autoridades de Venecia respondían que nunca
había sido más favorable el estado sanitario de la ciudad, y tomaban las
medidas más necesarias para combatir el mal. (…). La peste, negada y escondida,
seguía haciendo estragos en las callejuelas angostas, mientras el prematuro
calor del verano, que calentaba las aguas de los canales, favorecía
extraordinariamente su propagación. (…) Los casos de curación eran raros. De
cien atacados, ochenta morían del modo más horrible; pues el mal aparecía con
extraordinaria violencia, (…)
Desde principios de junio, se había ido llenando el hospital
civil. En los dos hospicios empezaba a faltar sitio, y había un movimiento
inmediato hacia San Michele, la isla del cementerio. Sin embargo, el temor a
los perjuicios que sufriría la ciudad, (…) y a las grandes pérdidas que el
pánico podía producir en hoteles, comercios y en todos los que vivían del
turismo, pudieron más en la ciudad que el amor a la verdad…
El pueblo sabía todo esto, y la corrupción de los de
arriba, junto con la inseguridad reinante y el estado de agitación e inquietud
en que sumía a la ciudad la inminencia de la muerte, habían engendrado cierta
desmoralización entre las gentes humildes; los instintos oscuros y antisociales
se habían sentido animados de tal manera que podía observarse un desorden y una
criminalidad crecientes (…).
“Haría usted bien en marcharse, mejor hoy que mañana.
Pues antes de muy pocos días nos habrán acordonado”, dijo el empleado. Muchísimas gracias, respondió Aschenbach, y salió.
*Turista alemán, personaje principal de la novela.
porelrescate@hotmail.com
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