sábado, 2 de enero de 2021

Dos en uno.

 

Dos en uno.

Héctor Manuel Popoca Boone.

Pandemia. Dado el repunte en el crecimiento de contagios y decesos por Covid-19, hay una tendencia a la saturación en algunos centros hospitalarios en Guerrero. Si esto sigue así, mucha gente contagiada no podrá acceder a hospitales para su tratamiento médico por falta de espacio, camas y equipos; en áreas destinadas a tal finalidad. Será en el hogar familiar donde desarrollándose estarán muchos de los contagios, desde los síntomas iniciales hasta las etapas de gravedad, sin asistencia médica alguna y con carencia de medicamentos indispensables y de limpieza, en tratándose de familias en situación de fuerte pobreza.

El sentido común -con un mínimo de solidaridad humana- impone que el Gobierno Estatal y los municipales doten a esas familias desvalidas de A) Un manual, didáctico y básico, de tratamiento sanitario inicial, para casos leves y moderados; B) Un botiquín, con lo mínimo indispensable de artículos (mascarillas desechables, gel antiviral, desinfectantes, termómetro, etc.; C) Medicinas elementales (desinflamatorias, contra la tos, antidiarreicas, entre otras) y D) La herbolaria de salud correspondiente, para digerir o hacer infusión.

Dicho botiquín básico no tiene un costo superior a los mil pesos. ¡Y no me digan que no hay recursos económicos para eso! Si en Acapulco, por ejemplo, los 50.3 millones de pesos que se asignaron a la construcción de un paso vehicular elevado no esencial por el momento, se canalizaran a un programa de dotaciones de botiquines familiares contra el Covid-19, tendríamos la posibilidad de prevenir contagios y decesos en 50 300 hogares de pobreza extrema. Todo es cuestión de saber gobernar bien en condiciones de alta emergencia sanitaria y olvidarse del “Año de Hidalgo”

Por otra parte, en lo que respecta a la contienda electoral, anoche soñé que, gracias a un gran movimiento social estatal, iniciado desde abajo, había optado por sacudir al sistema político corrupto, anquilosado y mafioso que padecemos; y, además me otorgaba el triunfo en la lid electoral; lo cual me obligaba a elaborar notas para un buen discurso de toma de posesión como gobernador. Para tal fin, repasaba con avidez el discurso inaugural del actual mandatario estatal para remarcar en mi mente aquello que debía de rescatar, preservar y fortalecer por su vigencia permanente.

Dentro de esa ensoñación estaba yo consciente que, en los tiempos difíciles por los que estamos atravesando, no pueden formularse falsariamente, las líneas de acción gubernamentales que encaucen el derrotero del que-hacer público, de frente a una amplia crisis iniciada por la pandemia y reforzada por los vicios, intereses grupales y deshonestidades individuales en la forma de gobernar; agravadas por la apatía ciudadanía domesticada y enajenada. Trabas que son ancestrales y que nos hunden cada día más.

En la lectura de dicho discurso el actual gobernador resaltaba que la sociedad “ha perdido la confianza en sus autoridades: por la falta de justicia que se corrompe, por la desigualdad social que se acentúa, por la pobreza que crece, por la impunidad que aflora día con día; por lo cual, también, ha perdido la fe y la credibilidad en los políticos”. Lástima que, a cinco años de haberlo dicho, sigamos en las mismas.

También señaló en ese discurso que los gobernantes tenían una autoridad moral mermada o extraviada por completo, debido a que han puesto la ley al mejor postor, aplicándola cínicamente en forma torcida. Sin ambages, dio a conocer la creación de una Fiscalía Anticorrupción, inscrita dentro del Sistema Estatal Anticorrupción”. Lamentablemente, a la fecha, dicha fiscalía especializada no ha fincado responsabilidad alguna a ningún servidor público por actos de corrupción. Así mismo estableció el compromiso que su gobierno iba a ser “pulcro, honesto y transparente” en el manejo del dinero y se comprometía a gastarlo íntegramente en beneficio de la población. Definió como política perversa el gobernar a través del manejo corrupto del dinero y de su reparto interesado.

 

Lo más importante de esa narrativa fue su compromiso de iniciar una nueva gesta para erradicar la desigualdad, la pobreza, el hambre, al analfabetismo y el retraso histórico. Hacer todo, dijo, para que volviera a Guerrero la tranquilidad, la paz, la justicia, el empleo y el crecimiento. Convocó a todos, sin excepción, a la construcción de un nuevo pacto social, “porque Guerrero nos necesita a todos”. No se olvidó de señalar que el pueblo quiere “respuestas prontas, eficaces y eficientes.” Su consigna principal gubernamental: “Orden y paz” quedo malograda.

 

 En eso estaba, cuando sonó el reloj despertador; no sabiendo si había sido un sueño de ilusión o de desilusión, ante una cruda realidad.

 

porelrescate@hotmail.com

 

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