lunes, 16 de diciembre de 2013

El TLCAN 20 años después.


El TLCAN, 20 años después.

Héctor Manuel Popoca Boone.

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) fue firmado entre Canadá, Estados Unidos y México en 1994. Los propósitos originales eran: Asegurar un acceso amplio y permanente de los productos mexicanos al mercado de exportación. Especializar nuestra estructura productiva orientándola hacia donde tuviéramos mayores ventajas comparativas, alentando con ello la competitividad, innovación y creatividad de nuestras empresas. Disponer de mayores y diversificadas mercancías de mejor calidad, menor precio y por último, pero no menos importante, crear empleos incrementando los niveles de vida de la clase trabajadora del campo y la ciudad.

Los resultados obtenidos son de diversa índole y magnitud según el ámbito que se analice. En el aspecto político nació enmarcado, contrastantemente, con el levantamiento de pueblos indígenas chiapanecos como una manifestación de que la pobreza predominaba en zonas importante del país, especialmente el sur. Dicho movimiento armado era el rechazo de un segmento de la sociedad nacional -que contó con simpatía extra regional- a la política económica gubernamental prevaleciente.

En otro plano, la incipiente democracia que existía dio paso paulatino a una creciente competencia electoral marcada por la alternancia en los poderes ejecutivos, tanto del orden presidencial como de los estatales y municipales. La pluralidad democrática, no del todo bien acabada, sustituyó al monopolio político del poder.

México quedó en la órbita de gran dependencia económica respecto a la economía de Estados Unidos. Si allá hay catarro, aquí hay pulmonía. Nuestro país logró incrementar sus principales exportaciones hacia el vecino del norte, pero no más que sus importaciones. Atrajo más inversión extranjera, pero con un gran componente financiero-especulativo golondrino. Ha tenido fuerte dinamismo en el sector manufacturero y comercial principalmente en la industria maquiladora, de autopartes de exportación y de grandes tiendas departamentales. El petróleo dejó de ser el principal producto de exportación. Salvo los monopolios radio-televisivos, los corporativos de la informática y electro-domésticos tienen sello extranjero. Los perdedores han sido la industria textil, la del plástico y las pequeñas y medianas empresas de diversa índole que no han podido crecer, a pesar que generan el mayor número de empleos.

Salvo la agricultura de hortalizas y frutas de exportación el resto del sector agropecuario ha quedado seriamente dañado por una competencia desleal y ruinosa. Sobre todo lo que se refiere a oleaginosas y granos básicos que es la agricultura de temporal de la mayoría de los productores rurales. El empleo no creció; y el subempleo y el desempleo aumentaron. Los perdedores han sido los jóvenes por falta de oportunidades. La economía ha estado estancada durante la vigencia del TLCAN.

La pobreza no disminuyó; la mitad de la población mexicana así lo constata. Los ganadores del TLCAN se han concentrado en una minoría cuyos consumos familiares representan el 32 por ciento del consumo total nacional en comparación al 3 por ciento que representa el de los pobres, una vez descontado lo destinado a la inversión y al pago de la deuda nacional. En otras palabras, el ingreso promedio disponible para consumo de los más ricos es 29 veces más alto que el de los más pobres en México. En Estados Unidos es de 16 veces. En Canadá es de nueve veces.

Estos contrastes entre opulencia y pobreza en México han provocado un movimiento migratorio masivo a los países del norte que ha dado como resultado la construcción de murallas fronterizas ignominiosas en Estados Unidos y al establecimiento de visas restrictivas para Canadá.

En resumen: la polarización social que ya existía en México se agudizó en estas dos décadas de vigencia del TLCAN. Al no cerrar la brecha de la desigualdad no otorgó una real integración y crecimiento equitativo de la economía nacional. Menos ahora, de seguir prevaleciendo un débil Estado de derecho, incertidumbre en la seguridad pública y el predominio regional de la delincuencia organizada.

h.popoca.b@gmail.com

 

Los multimillonarios rusos


Héctor Manuel Popoca Boone.

Característica de ésta época ha sido la conformación de personajes multimillonarios en diversos puntos del planeta que se disputan figurar en el ranking de la afamada revista Forbes. Ello, a la par de privatizaciones de empresas estatizadas que se han dado en todo el orbe, acicateadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Concomitante, presenciamos la existencia de movimientos de los desesperados del mundo que se desplazan en migraciones masivas a los países ricos impulsados por la pobreza; y en la inconformidad juvenil por la no visibilidad de un futuro digno en donde priven mejores oportunidades de mejor calidad de vida.

La dinámica en la inequitativa distribución de la riqueza socialmente producida a nivel mundial ha hecho que la clase adinerada sea cada vez más poderosa y la población depauperada cada vez más creciente. Las protestas y movimientos sociales florecen por doquier. No es posible contenerlas con programas asistencialistas o de protección social temporales y de reducido monto. Lo que piden los más, son empleos formales y remuneradores con esquemas de seguridad pública y social.

La generación de multimillonarios en el mundo obedece a dos patrones de participación económica y de acumulación de capital, observados desde el siglo pasado: En los países desarrollados por su inserción en corporaciones financieras, mineras, de tecnologías de punta, (sobre todo las de telecomunicaciones y de procesamientos electrónicos), en la industria pesada, farmacéuticas, en las manufactureras de exportación, así como en el aprovechamiento de energías renovables y no renovables (petróleo, gas, electricidad, entre otras). En los países subdesarrollados o en los llamados “emergentes” la clase empresarial local se caracteriza por su inclusión en las actividades económicas especulativas, inmobiliarias, de comercio de materias primas y de coparticipación en la explotación de las fuentes de energía.

El economista Jaime Petras documentó la génesis del grupo de multimillonarios rusos a partir de las privatizaciones que se realizaron en la industria minera, energética, manufacturera y de transportes de propiedad estatal de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Tan rentables eran antes como lo son ahora. La prueba es que los poderosos empresarios rusos surgidos de la privatización no se han significado hasta hoy en establecer nuevas empresas innovadoras sino del uso monopolizado privado de la estructura productiva privatizada.

El proceso intenso de convertir la economía rusa estatizada a una privada estuvo revestida por una estela de corrupciones entre gobernantes, políticos, funcionarios públicos y nacientes empresarios asociados con empresas extranjeras durante el régimen de Boris Yeltzin y de Vladimir Putin; que contaron con la asesoría de especialistas en “libre mercado” de la Universidad de Harvard, con el respaldo del gobierno de Estados Unidos.

Transcurrido el tiempo, los resultados obtenidos muestran que la mayoría del pueblo ruso en lugar de prosperar entró en un proceso de pauperización al desmantelarse una economía sólida en empleos permanentes, la caída de salarios, despido masivo de trabajadores y el desmantelamiento de un efectivo sistema de protección social. La contraparte fue la formación de una reducida pero poderosa elite empresarial ligada a las grandes corporaciones internacionales dentro de una economía “emergente” en el marco de los cánones del capitalismo moderno.

Así, La propiedad estatal de estratégicos medios de producción con grandes y numerosos activos fijos, creados por el pueblo ruso durante más de setenta años, en menos de diez años fue sujeta a su apropiación por parte del capital privado, dentro de una estrategia gubernamental de dejar de invertir, modernizar e innovar en las plantas productivas estatales para provocar sus obsolescencias artificiales que dieron pretexto a la desnacionalización.

PD. Inobjetable y digno de aplauso es el contenido del Plan Nuevo Guerrero que dio a conocer el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto. Tan solo pido que campee la honestidad, eficiencia y oportunidad en la aplicación consensuada de la multimillonaria inversión  anunciada.

 

 

Reconstrucción con identidad territorial


Héctor Manuel Popoca Boone.

La reconstrucción de los ámbitos urbanos y rurales afectados por el desastre que ocasionó el meteoro Manuel es ocasión y oportunidad propicia para  retomar la planificación micro-regional como instrumento de gobierno. Es decir, realizar los proyectos con un enfoque de territorialidad, al considerar ésta como un espacio donde se interrelacionan, influyéndose mutuamente, aspectos económicos, socio-demográficos, culturales y físico-ecológicos-ambientales específicos, con particularidades propias que deben de tratarse como un todo a la vez.

No es lo mismo la territorialidad que caracteriza la ciudad de Chilpancingo que la de Acapulco, por ejemplo. O la territorialidad de la región de la Montaña comparada con la región de Tierra Caliente. La de una comunidad rural y la de una colonia urbana o suburbana. La reconstrucción de las partes afectadas requiere programas y proyectos que se ajusten a las peculiaridades de donde se van aplicar. De ahí que la participación gubernamental se dé muy relacionada con el involucramiento de los habitantes locales en el diseño de las políticas públicas; de tal suerte que la reconstrucción local implique fortalecer la integralidad, la sana interdependencia y la sustentabilidad de los recursos de un territorio y de sus habitantes.

El desarrollo con identidad territorial cobra relevancia para una mayor cohesión social que fue desgarrada, en mayor o menor medida, por el desastre acaecido. Proyectos que propicien y surjan de la consulta, intercambio de opiniones y toma de decisiones a través de asambleas de pueblo (rural) o de barrio o colonia (urbana) son más recomendables que aquellos donde tan solo se atienda la demanda individual por encima de lo que socialmente es prioritario y del cómo hacerlo; evitando hasta donde sea posible la parcialidad institucional.

La conformación de programas y proyectos territoriales que cuenten con la aprobación de una población focalizada contribuye también al empeño de rehabilitar el sistema de seguridad pública vulnerado en diversa magnitud en todas las regiones; impidiendo que cualquier esfuerzo productivo lícito prospere debido a que la impunidad también daña la justicia y la certidumbre social que debieran de prevalecer para un sano desarrollo socioeconómico. De ahí la importancia del involucramiento social en el diseño de las acciones de reconstrucción.

Desde este enfoque, la opinión local de la gente sobre la circunstancia que vive en sitio cuenta mucho a la hora de planificar las acciones y la aplicación de los recursos. No es recomendable tan solo implementar programas con grandes vértices estratégicos y formulados centralmente sin nutrirse de las dinámicas propias de cada territorio urbano o rural donde vayan a incidir.

Tomar en cuenta lo diversificado y la forma en que se interrelacionan los elementos integrantes de una comunidad rural o de un barrio urbano, sirven como catalizadores para la concreción de éxitos y la no proliferación de acciones fallidas, ya que la activa participación de la población a beneficiarse garantiza la pertinencia y la apropiación de la reconstrucción, por ellos y para ellos.

Lo ideal es que la población beneficiaria de los distintos programas de reconstrucción los asuma como propios, de manera consciente, para que reflejen su propia identidad y sentido de pertenencia, en el entorno de su desenvolvimiento multifacético cotidiano. Eso permitirá fijar prioridades con mayor precisión para que la aplicación de los presupuestos sean más eficaces y oportunos a la vez de que los pobladores sean agentes activos en la ejecución, seguimiento y evaluación del esfuerzo, transparente y  conjunto, entre pueblo y gobierno, para la reconstrucción estatal.

En resumen, la combinación e intersección de programas estratégicos diseñados desde arriba con proyectos comunitarios surgidos desde abajo contribuirán a que la acción de reconstrucción sea genuina y duradera.

 

 

 

Insistamos


Héctor Manuel Popoca Boone.

Como mexicanos patriotas no podemos avalar que se venda y comprometa la riqueza energética del país que también le corresponde a las generaciones venideras en la labranza de su futuro.

Modernicemos sin privatizar la producción y transformación de los energéticos como motores del desarrollo económico nacional, tal y como lo hicimos en nuestras mejores épocas de progreso social.

No seguir exportando barriles de petróleo crudo sin valor agregado. Hagámoslo con gasolinas y petroquímicos, con precios al menos siete veces mayores que su venta como materia prima. Podemos disminuir la desproporcionada importación de gasolinas construyendo al menos tres refinerías propias. Sí podemos. Lo hemos hecho antes al igual que en la petroquímica básica. Pero no hay voluntad gubernamental. Sí la hay para privatizar vendiendo lo que tenemos como recursos estratégicos de la nación.

PEMEX y la CFE son el binomio fundamental que han garantizado durante décadas la producción de energéticos que han posibilitado el crecimiento de las industrias, las ciudades, el campo y los transportes nacionales, con certidumbre de volúmenes y precios razonables, utilizados como incentivo económico sin lucro voraz.

Más de 70 años de experiencia le dan a PEMEX la capacidad técnica de la exploración, explotación, refinación y procesamiento petroquímico de los hidrocarburos. Si actualmente tiene problemas financieros, operativos, tecnológicos y de eficiencia se debe a una política deliberada y perversa de desmantelamiento, obsolescencia y  descapitalización realizada por los regímenes neoliberales llevados a cabo desde hace dos décadas como mínimo.

La CFE tiene también la experiencia suficiente de recuperar y ampliar la infraestructura para la generación de electricidad; empezando por utilizar con eficiencia el sistema hidroeléctrico hoy sub-aprovechado para ventaja de centrales de generación privada enmascaradas y establecidas al margen de la Constitución.

La soberanía en los energéticos nos otorga independencia económica. La privatización nos hará sumamente dependientes de empresas trasnacionales petroleras. Lo que menos les interesa es nuestro país como un todo. Las estadísticas indican que por cada dólar que invierten en un país obtienen al menos ocho dólares que los envían a sus países de origen.

Semejante sangría no nos permitirá disponer, con suficiencia, de la renta petrolera y del excedente económico por  generación de electricidad para beneficio propio. Eso jamás nos permitirá salir de país caracterizado por millones de pobres y centena de muy ricos.

La teoría de la dependencia señala que naciones ricas lo son porque desde siempre han obtenido materias primas y energéticos a precios muy bajos, les incorporan tecnología y los exportan a precios muy altos comparados a los insumos originales adquiridos; condenando a los países no industrializados a un permanente estancamiento y a una subordinación económica. Los bienes de una nación, en particular los energéticos, deben de servir para resolver sus problemas de desarrollo y no para agravarlos o generar mayores.

Construyamos un nuevo sistema energético no corrupto que nos permita mantener una verdadera independencia para enfrentar un mundo globalizado que atenta constantemente contra la soberanía nacional con su afán de provecho desmedido, alentando a la vez un progreso social inequitativo que no merece el pueblo de México.

A la par, este nuevo sistema energético debe de contemplar el desarrollo con perspectiva al mañana de las hoy llamadas energías alternativas, limpias y renovables. Sin dejar de tomar en cuenta a los pobladores y sus derechos de posesión territorial, en el marco respetuoso del medio ambiente.

En  resumen: privatizar no es la salida para un mejor México, como lo postula la iniciativa de reforma energética. Que cada ciudadano, legislador o gobernante asuma su responsabilidad frente a la nación y de cara a nuestra historia nacional en este intento de atraco a la nación.

h.popoca.b@gmail.com

 

Nueva era para la nación.


Héctor Manuel Popoca Boone.

Con la entrega a particulares, especialmente extranjeros, de los recursos energéticos nacionales, el gobierno federal y el Congreso de la unión consolidan la vía para que el crecimiento económico de México siga dándose en un contexto de subordinación externa, de permanente y mayor desigualdad social, fuerte corrupción institucional, así como de acrecentada concentración del poder y de la riqueza nacional en unas cuantas manos. La historia nacional así nos lo enseña. Lo peor que ha sucedido es no haberla tenido en cuenta.

Lamentable época la que estamos viviendo en donde el despojo de sus recursos estratégicos a la nación se disfraza con espejismos de crecimiento económico aparejado de bienestar social. De nuevo, el pasado padecido nos enseña que la inversión extranjera no satisface dicha aspiración social en ninguna parte del mundo. Al contrario, se enseñorea la dominación, de tipo globalizado, de nuestra economía por unas cuantas poderosas corporaciones energéticas internacionales. Romper esas cadenas costará mucho sufrimiento y esfuerzo a las futuras generaciones de mexicanos.

Se han entronizado a nivel constitucional los principios antisociales de los potentados aborígenes siempre portavoces de sus pares extranjeros, como lo son el individualismo, el abuso del poder y la perversión de la democracia al mejor postor. Con la venta de nuestros recursos naturales estratégicos, la economía y el poder quedan supeditados a las concepciones e intereses individualistas a costa del interés público, de las necesidades y del progreso de las mayorías populares.

Se reducirán los recursos destinados a la protección y solidaridad social, abaratándose también el pago salarial. La pobreza social no se erradicará porque la corrupción institucional y privada lo seguirá impidiendo, entre otros factores. Los sobornos de gran calibre a servidores públicos estarán a la orden del día. Las instituciones públicas se pondrán al servicio de unas cuantas poderosas empresas en detrimento de la nación. Los políticos serán a la vez accionistas empresariales. El mayor y mejor empleo seguirá siendo una vana ilusión. Los principios y valores sociales humanitarios quedarán en el baúl del olvido.

Para muy ulteriores futuros relegado queda el objetivo de que la población tenga las mismas oportunidades de superación, abandonado el principio de que la libertad individual y social se alcanzará satisfaciendo las necesidades humanas más elementales (alimentación, vivienda, salud, educación, seguridad pública y patrimonial, entre otras)

Esta desafortunada decisión de dependencia económica y política ha sido obra de la mediocre y malinchista mayoría de la clase política que padecemos. También quedó claro que lo importante en las campañas electorales para acceder al poder no es lo que se pregona sino lo que se oculta, además de los financiamientos opacos que ahora se dan con desparpajo para comprar la voluntad popular. La pluralidad política quedó en demagogia y la disciplina mono-polar convenenciera volvió a sus reales.

La falta de respeto e impunidad frente a las leyes y para beneficio de fines particulares será moneda de curso corriente, inservible para resguardar la verdadera equidad justiciera colectiva. La observancia de deberes comunes para todos caducará ante cualquier tipo de avasallamiento social.

Con esta nueva era, ya no podremos darnos libremente el destino que como nación determinemos la mayoría de los mexicanos. Quedamos atrapados y sin salida autonómica. A la par de los desastres naturales ahora llegan las calamidades económicas previsibles pero hasta ahora vano de impedir por los afanes voraces de lucro mercantilista inhumano. La nación está de luto a causa de unos vende patrias, hijos de p…

PD. En estas semanas terminales de año aciago, llevaré mi rabia y pesadumbre contenida en silencio para volver a tratar de opinar con ecuanimidad y objetividad en el venidero. Que tengan feliz descanso de mis escritos.

h.popoca.b@gmail.com