lunes, 16 de diciembre de 2013

Reconstrucción con identidad territorial


Héctor Manuel Popoca Boone.

La reconstrucción de los ámbitos urbanos y rurales afectados por el desastre que ocasionó el meteoro Manuel es ocasión y oportunidad propicia para  retomar la planificación micro-regional como instrumento de gobierno. Es decir, realizar los proyectos con un enfoque de territorialidad, al considerar ésta como un espacio donde se interrelacionan, influyéndose mutuamente, aspectos económicos, socio-demográficos, culturales y físico-ecológicos-ambientales específicos, con particularidades propias que deben de tratarse como un todo a la vez.

No es lo mismo la territorialidad que caracteriza la ciudad de Chilpancingo que la de Acapulco, por ejemplo. O la territorialidad de la región de la Montaña comparada con la región de Tierra Caliente. La de una comunidad rural y la de una colonia urbana o suburbana. La reconstrucción de las partes afectadas requiere programas y proyectos que se ajusten a las peculiaridades de donde se van aplicar. De ahí que la participación gubernamental se dé muy relacionada con el involucramiento de los habitantes locales en el diseño de las políticas públicas; de tal suerte que la reconstrucción local implique fortalecer la integralidad, la sana interdependencia y la sustentabilidad de los recursos de un territorio y de sus habitantes.

El desarrollo con identidad territorial cobra relevancia para una mayor cohesión social que fue desgarrada, en mayor o menor medida, por el desastre acaecido. Proyectos que propicien y surjan de la consulta, intercambio de opiniones y toma de decisiones a través de asambleas de pueblo (rural) o de barrio o colonia (urbana) son más recomendables que aquellos donde tan solo se atienda la demanda individual por encima de lo que socialmente es prioritario y del cómo hacerlo; evitando hasta donde sea posible la parcialidad institucional.

La conformación de programas y proyectos territoriales que cuenten con la aprobación de una población focalizada contribuye también al empeño de rehabilitar el sistema de seguridad pública vulnerado en diversa magnitud en todas las regiones; impidiendo que cualquier esfuerzo productivo lícito prospere debido a que la impunidad también daña la justicia y la certidumbre social que debieran de prevalecer para un sano desarrollo socioeconómico. De ahí la importancia del involucramiento social en el diseño de las acciones de reconstrucción.

Desde este enfoque, la opinión local de la gente sobre la circunstancia que vive en sitio cuenta mucho a la hora de planificar las acciones y la aplicación de los recursos. No es recomendable tan solo implementar programas con grandes vértices estratégicos y formulados centralmente sin nutrirse de las dinámicas propias de cada territorio urbano o rural donde vayan a incidir.

Tomar en cuenta lo diversificado y la forma en que se interrelacionan los elementos integrantes de una comunidad rural o de un barrio urbano, sirven como catalizadores para la concreción de éxitos y la no proliferación de acciones fallidas, ya que la activa participación de la población a beneficiarse garantiza la pertinencia y la apropiación de la reconstrucción, por ellos y para ellos.

Lo ideal es que la población beneficiaria de los distintos programas de reconstrucción los asuma como propios, de manera consciente, para que reflejen su propia identidad y sentido de pertenencia, en el entorno de su desenvolvimiento multifacético cotidiano. Eso permitirá fijar prioridades con mayor precisión para que la aplicación de los presupuestos sean más eficaces y oportunos a la vez de que los pobladores sean agentes activos en la ejecución, seguimiento y evaluación del esfuerzo, transparente y  conjunto, entre pueblo y gobierno, para la reconstrucción estatal.

En resumen, la combinación e intersección de programas estratégicos diseñados desde arriba con proyectos comunitarios surgidos desde abajo contribuirán a que la acción de reconstrucción sea genuina y duradera.

 

 

 

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