Héctor Manuel
Popoca Boone.
La
reconstrucción de los ámbitos urbanos y rurales afectados por el desastre que
ocasionó el meteoro Manuel es ocasión y oportunidad propicia para retomar la planificación micro-regional como
instrumento de gobierno. Es decir, realizar los proyectos con un enfoque de
territorialidad, al considerar ésta como un espacio donde se interrelacionan, influyéndose
mutuamente, aspectos económicos, socio-demográficos, culturales y físico-ecológicos-ambientales
específicos, con particularidades propias que deben de tratarse como un todo a
la vez.
No es lo mismo
la territorialidad que caracteriza la ciudad de Chilpancingo que la de
Acapulco, por ejemplo. O la territorialidad de la región de la Montaña
comparada con la región de Tierra Caliente. La de una comunidad rural y la de
una colonia urbana o suburbana. La reconstrucción de las partes afectadas
requiere programas y proyectos que se ajusten a las peculiaridades de donde se
van aplicar. De ahí que la participación gubernamental se dé muy relacionada
con el involucramiento de los habitantes locales en el diseño de las políticas públicas;
de tal suerte que la reconstrucción local implique fortalecer la integralidad,
la sana interdependencia y la sustentabilidad de los recursos de un territorio
y de sus habitantes.
El desarrollo
con identidad territorial cobra relevancia para una mayor cohesión social que
fue desgarrada, en mayor o menor medida, por el desastre acaecido. Proyectos
que propicien y surjan de la consulta, intercambio de opiniones y toma de
decisiones a través de asambleas de pueblo (rural) o de barrio o colonia
(urbana) son más recomendables que aquellos donde tan solo se atienda la
demanda individual por encima de lo que socialmente es prioritario y del cómo
hacerlo; evitando hasta donde sea posible la parcialidad institucional.
La
conformación de programas y proyectos territoriales que cuenten con la
aprobación de una población focalizada contribuye también al empeño de
rehabilitar el sistema de seguridad pública vulnerado en diversa magnitud en
todas las regiones; impidiendo que cualquier esfuerzo productivo lícito prospere
debido a que la impunidad también daña la justicia y la certidumbre social que
debieran de prevalecer para un sano desarrollo socioeconómico. De ahí la
importancia del involucramiento social en el diseño de las acciones de
reconstrucción.
Desde este
enfoque, la opinión local de la gente sobre la circunstancia que vive en sitio
cuenta mucho a la hora de planificar las acciones y la aplicación de los
recursos. No es recomendable tan solo implementar programas con grandes
vértices estratégicos y formulados centralmente sin nutrirse de las dinámicas propias
de cada territorio urbano o rural donde vayan a incidir.
Tomar en
cuenta lo diversificado y la forma en que se interrelacionan los elementos
integrantes de una comunidad rural o de un barrio urbano, sirven como
catalizadores para la concreción de éxitos y la no proliferación de acciones
fallidas, ya que la activa participación de la población a beneficiarse
garantiza la pertinencia y la apropiación de la reconstrucción, por ellos y
para ellos.
Lo ideal es
que la población beneficiaria de los distintos programas de reconstrucción los
asuma como propios, de manera consciente, para que reflejen su propia identidad
y sentido de pertenencia, en el entorno de su desenvolvimiento multifacético
cotidiano. Eso permitirá fijar prioridades con mayor precisión para que la
aplicación de los presupuestos sean más eficaces y oportunos a la vez de que los
pobladores sean agentes activos en la ejecución, seguimiento y evaluación del
esfuerzo, transparente y conjunto, entre
pueblo y gobierno, para la reconstrucción estatal.
En resumen, la
combinación e intersección de programas estratégicos diseñados desde arriba con
proyectos comunitarios surgidos desde abajo contribuirán a que la acción de
reconstrucción sea genuina y duradera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario