lunes, 16 de diciembre de 2013

Insistamos


Héctor Manuel Popoca Boone.

Como mexicanos patriotas no podemos avalar que se venda y comprometa la riqueza energética del país que también le corresponde a las generaciones venideras en la labranza de su futuro.

Modernicemos sin privatizar la producción y transformación de los energéticos como motores del desarrollo económico nacional, tal y como lo hicimos en nuestras mejores épocas de progreso social.

No seguir exportando barriles de petróleo crudo sin valor agregado. Hagámoslo con gasolinas y petroquímicos, con precios al menos siete veces mayores que su venta como materia prima. Podemos disminuir la desproporcionada importación de gasolinas construyendo al menos tres refinerías propias. Sí podemos. Lo hemos hecho antes al igual que en la petroquímica básica. Pero no hay voluntad gubernamental. Sí la hay para privatizar vendiendo lo que tenemos como recursos estratégicos de la nación.

PEMEX y la CFE son el binomio fundamental que han garantizado durante décadas la producción de energéticos que han posibilitado el crecimiento de las industrias, las ciudades, el campo y los transportes nacionales, con certidumbre de volúmenes y precios razonables, utilizados como incentivo económico sin lucro voraz.

Más de 70 años de experiencia le dan a PEMEX la capacidad técnica de la exploración, explotación, refinación y procesamiento petroquímico de los hidrocarburos. Si actualmente tiene problemas financieros, operativos, tecnológicos y de eficiencia se debe a una política deliberada y perversa de desmantelamiento, obsolescencia y  descapitalización realizada por los regímenes neoliberales llevados a cabo desde hace dos décadas como mínimo.

La CFE tiene también la experiencia suficiente de recuperar y ampliar la infraestructura para la generación de electricidad; empezando por utilizar con eficiencia el sistema hidroeléctrico hoy sub-aprovechado para ventaja de centrales de generación privada enmascaradas y establecidas al margen de la Constitución.

La soberanía en los energéticos nos otorga independencia económica. La privatización nos hará sumamente dependientes de empresas trasnacionales petroleras. Lo que menos les interesa es nuestro país como un todo. Las estadísticas indican que por cada dólar que invierten en un país obtienen al menos ocho dólares que los envían a sus países de origen.

Semejante sangría no nos permitirá disponer, con suficiencia, de la renta petrolera y del excedente económico por  generación de electricidad para beneficio propio. Eso jamás nos permitirá salir de país caracterizado por millones de pobres y centena de muy ricos.

La teoría de la dependencia señala que naciones ricas lo son porque desde siempre han obtenido materias primas y energéticos a precios muy bajos, les incorporan tecnología y los exportan a precios muy altos comparados a los insumos originales adquiridos; condenando a los países no industrializados a un permanente estancamiento y a una subordinación económica. Los bienes de una nación, en particular los energéticos, deben de servir para resolver sus problemas de desarrollo y no para agravarlos o generar mayores.

Construyamos un nuevo sistema energético no corrupto que nos permita mantener una verdadera independencia para enfrentar un mundo globalizado que atenta constantemente contra la soberanía nacional con su afán de provecho desmedido, alentando a la vez un progreso social inequitativo que no merece el pueblo de México.

A la par, este nuevo sistema energético debe de contemplar el desarrollo con perspectiva al mañana de las hoy llamadas energías alternativas, limpias y renovables. Sin dejar de tomar en cuenta a los pobladores y sus derechos de posesión territorial, en el marco respetuoso del medio ambiente.

En  resumen: privatizar no es la salida para un mejor México, como lo postula la iniciativa de reforma energética. Que cada ciudadano, legislador o gobernante asuma su responsabilidad frente a la nación y de cara a nuestra historia nacional en este intento de atraco a la nación.

h.popoca.b@gmail.com

 

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