Héctor Manuel Popoca Boone.
Resumiendo lo expresado
en la anterior entrega: los verdaderos orígenes de la inseguridad pública se
encuentran en las delincuencias violentas que tienen como caldos de cultivo:
a) Las complicidades criminales de una
parte del sistema gubernamental, que las propicia y preserva; b) La pobreza y
miseria material de la mayoría del pueblo, c) Los bajos niveles de educación,
valores y principios de la población en general; d) La amplia e insultante
brecha de desigualdad social existente en nuestro país; e) Un sistema de justicia
puesto al mejor postor, d) La extendida corrupción e impunidad institucional,
irradiada a lo social como sistema de vida cotidiana, e) El muy atrayente por rentable,
mercado mundial de los estupefacientes y otros negocios criminales y f) Un
futuro cancelado para el sano desarrollo de la mayoría de nuestra juventud.
Mientras la estructura
gubernamental se auto proteja en la impunidad, no podrán reducirse las
circunstancias que generan lo delincuencial y sus prácticas más agudas. En el
caso de Guerrero ha habido más de un presidente municipal, diputado local,
funcionario público, político o gobernador que han eludido la justicia gracias
a ese blindaje legal que les permite transgredir y asociarse para tal fin, sin
mayor sanción.
La incapacidad,
corrupción e impunidad gubernamental son claves para explicarse por qué la
inseguridad se mantiene y crece. Esa debilidad es explicada a su vez por la
omisión, simulación o comisión ligada a la acción delictiva. Ese accionar
soterrado también confirma su participación en el mercado de la ilegalidad y en
la expansión de todo tipo de delincuencias. En ese contexto, las organizaciones
delictivas aun cuando las descabecen, terminan por regenerarse y multiplicarse,
no importando que sean de menor tamaño porque actúan con mayor letalidad.
La voluntad política
gubernamental para enfrentar con éxito el problema de la inseguridad pública no
se mantiene en forma constante y continua, lo que provoca una espiral del
delito que ocasiona desfases o vacíos en las estrategias adoptadas para contenerla
y disminuirla en el mediano plazo.
México, en algunos
estados de la república, presenta una dramática, dolorosa y sangrienta
realidad: La inseguridad pública prevaleciente es
combatida por una parte del gobierno federal, los estatales y municipales, pero
otra sección del mismo Estado, la fomenta y protege. Agreguemos a los anterior
lo siguiente: 1) El sistema de justicia mexicano está colapsado, en el ámbito
de la prevención y procuración de justicia, ejemplo es la exasperante lenidad
en la certificación y depuración de las policías, así como la poca viosible
erradicación de malos elementos incrustados en las fuerzas armadas. 2) El marco
de opacidad que cubre las acciones y la rendición de cuentas gubernamentales,
deviene pérdida de control de lo que es y lo que no es el Estado mexicano. Sobreviene
la existencia de la delincuencia encarpetada dentro del gobierno, quedando el
pueblo en la indefensión total. Por eso, algunos analistas del delito afirman
que el Estado mexicano es en sí mismo la delincuencia organizada de cuello
blanco.
En México, en términos
generales, el crimen paga bien y no se castiga. El 96 por ciento de los casos
queda impune. En la cotidianeidad somos una nación donde no se respeta la ley y
en donde en el gobierno predomina la ilicitud como sello distintivo, perdiendo
toda legitimidad y autoridad de exigir a otros, lo que a ellos no los distingue.
PD1. La balacera que dio
inicio la masacre en Tlatelolco, el 2 de octubre del 68, fue provocada por
soldados francotiradores camuflados, pertenecientes a un batallón del Estado
Mayor Presidencial, cuyos disparos los dirigieron premeditadamente hacia
soldados de batallones regulares del Ejército mexicano. Así lo dejo asentado,
en sus memorias póstumas, el general de división Marcelino García Barragán, en
ese entonces Secretario de la Defensa Nacional.
PD2. El clamor de una
buena parte de la ciudadanía de Chilpancingo y Acapulco es decirles a sus
respectivos alcaldes: ¡Ya váyanse ¡
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