Héctor Manuel Popoca Boone.
Las
cárceles son los mejores centros de enseñanza que hay en nuestro país para ser
delincuente de toda ralea. Tanto en la expansión como en la perfección de las
peores artes de perjudicar, robar o asesinar al prójimo. El sistema judicial
nacional funciona para procurar y administrar la justicia (supuestamente), pero
uno de sus componentes, el subsistema penitenciario nacional (SPN), promueve todo
lo contrario en los hechos. La inseguridad pública tiene en las cárceles
mexicanas un manantial permanente donde abreva y nutre, manteniéndose vigente y
desafiante.
Es
redundante afirmar que los propósitos que marca la Constitución al SPN han sido
trastocados por la delincuencia. Eso, en colusión con buena parte de las
autoridades gubernamentales que tienen bajo su responsabilidad, directa o
indirecta, la operación de dicho subsistema. Tomando como base datos
estadísticos, las conclusiones a que llega, Juan Pablo García Moreno, en su
ensayo “Las fallas del sistema penitenciario” son contundentes, a saber:
Su
capacidad para alojar población procesada y sentenciada está sobresaturada. Existe
un uso excesivo de la prisión preventiva, sin considerar desfogues con otras sanciones
alternativas. La aberración es que un interno en prisión preventiva, después de
esperar varios años por una sentencia, al final es declarado inocente. (Es el caso
de los presos políticos de la CRAC que retiene el poder gubernamental de
Guerrero.)
A
principios del 2016, según datos de la Secretaria de Gobernación, personas que no
contaban con una sentencia condenatoria sumaban el 42 por ciento de la
población total recluida en las cárceles del país. En las cárceles de Guerrero
más del 45 por ciento de la población no está sentenciada. Mejores reclutas no
hay para entrenarse y desarrollarse en la criminalidad.
Un
sistema penitenciario que aloja mayoritariamente delincuentes menores -que son
materia prima para engrosar la delincuencia mayor-refleja además la débil
capacidad gubernamental de persecución del crimen organizado. Como escuelas del
delito, los Centros de Rehabilitación Social (CERESO) le resultan, en términos
monetarios y de costo social, muy caros al país. Terminan produciendo seres
deformados en la perversidad que atentaran contra la seguridad pública tan
pronto pongan un pie en la calle.
“El
paso por un centro penitenciario, por más corto que haya sido, tiene un largo
efecto en la vida de los internos. La falta de oportunidades para ex reclusos,
causada por el estigma de haber estado en prisión, aumenta la probabilidad de
que vuelvan a cometer actos delictivos”.
Los
centros carcelarios en su mayoría son auto-gobernados por la delincuencia
organizada. De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de los Derechos
Humanos, el 59 por ciento de los CERESOS en México, se rigen por autoridad
propia de los internos de facto. Eso trae como consecuencia que periódicamente
existan motines sangrientos en la disputa por el poder. Hace poco más de tres meses,
hubo en la penitenciaría de Las Cruces, Acapulco, uno muy connotado con un
saldo de 28 internos muertos y tres heridos.
El
SPN ha fracasado al no respetar los derechos humanos de los recluidos y no
lograr la reinserción de los internos en forma adecuada y sana a la sociedad.La
propensión a la criminalidad de las personas privadas de su libertad está en
razón directa a la violación de su dignidad humana, a la inadecuada separación
entre procesados y sentenciados, a la precaria atención a su salud, al
aislamiento e incomunicación, a la indefensión de su integridad física, al
hacinamiento, al regateo para la comunicación familiar y, sobre todo, a la
colisión de autoridades carcelarias con criminales para realizar actividades delictivas:
sobornos, extorsiones y tráfico de drogas de toda índole.
PD.
El luchador político, Ranferi Hernández Acevedo y su familia, al igual que
otros dirigentes progresistas, han sido vilmente asesinados en Guerrero en lo
que va de esta administración estatal. ¿Cuál orden? ¿Cuál paz? ¿Cuántos más? La
realidad desborda las ficciones y engañifas institucionales.
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